10 de noviembre de 2011

¡Día de Muertos, tradición de vivos!

Día de muertos, tradición que perdura en México desde tiempos precolombinos  y que se conserva hasta nuestros días arraigada a la vasta cultura mexicana. Cada uno de los diferentes estados de nuestra República tiene su peculiar manera de festejar esta fecha, pero la finalidad sigue siendo la misma: recordar y recibir a todos los antepasados que cada noviembre vuelven a reunirse con sus familias.


Hay quienes ponen altares en la escuela o en los parques, otros organizan concursos en sus pueblos realizando verdaderas obras de arte o  de una forma más sencilla ponen uno en su casa, donde la fotografía de su  ser querido ocupa el lugar principal del altar, alrededor se colocan objetos que la persona disfrutaba en vida como: los platillos o alimentos que más le gustaban, sus cosas predilectas como un libro, cigarros, hasta la botella de licor que prefería. “…pues el difunto podría volver ese día a la casa y hay pan para atenderlo bien”, y ésta es una creencia que se tenía desde tiempos de los aztecas, cuando se creía en el otro mundo de los muertos y que cada cierto tiempo regresaban, o se ponían objetos personales en la tumba para cuando el difunto los necesitara.  Hoy en día se usa un decorado con papeles color morado, blanco y negro que son representativos de la fecha.

Las personas llegan desde temprano a los panteones, limpian la tumba de aquellos que se les adelantaron en el camino, llevan flores consigo, veladoras y  alimentos de variados tipos, postres, fruta, pan. La dedicación que le prestan a esas labores es tal, que no cabe espacio para la tristeza, es simplemente una fiesta de bienvenida para los seres queridos que de alguna manera siguen estando presentes.

2 de noviembre en Ciudad Guzmán; las personas presurosas asisten al mercado para completar las compras de día de muertos, los ramos de cempasúchil, esa flor característica, que etimológicamente proviene de los vocablos náhuatl "cempoa" que significa muerto o muerte "xóchitl", que es flor, de las cuales se  eleva su precio en esta temporada, pero es el  elemento que nunca debe faltar, las bebidas como el tequila, vino tinto, refresco, agua o jugo de fruta, las coronas que en su mayoría son de flores artificiales y las veladoras son aquellas que le dan el toque místico ha tan hermosa tradición, también se compra el tradicional pan de muertos especial para la ocasión, que se hornea en diferentes figuras, desde simples formas redondas hasta cráneos, adornado con figuras en forma de hueso y se espolvorea con azúcar y se preparan los platillos típicos de la región, como la rica birria de chivo, el pozole y las enchiladas.

Doña juanita viene del mercado cargando sus ramos de flores, esa flor amarilla como el sol, la cual es un rasgo distinguible en las fiesta de muertos de nuestro país, olorosa y única, también carga su canasta con algunas frutas y el tradicional pan de muerto, ha de visitar la tumba de uno de sus hijos que falleció en un accidente automovilístico hace 5 años,  desde entonces año con año, lo visita en el panteón, es una forma de saber que aún sigue entre su familia como ella misma lo dice “Mi hijo no se ha ido y no se irá mientras nosotros lo recordemos”, se ha preparado desde muy temprano junto con sus familiares para poder brindarle a su hijo ya fallecido una fiesta digna de él.

Después de pasar por el mercado desde muy temprano se dirige al panteón, donde con el mayor esmero barre y limpia la tumba de la maleza ya acumulada y le pone agua a algunas plantas que están sembradas alrededor, las ofrendas son depositadas sobre el sepulcro y coloca una corona de flores de papel color púrpura y blanco y va esparciendo  la flor amarilla en algunos de los espacios de la lápida, prende una a una las veladoras y las coloca encima formando una cruz. También ha llevado fruta para que su hijo deguste de lo que más disfrutaba comer en vida: “Las naranjas eran su fruta favorita por eso le traje más” también le lleva algunos plátanos y mandarinas, coloca una botella de agua y otra de vino para esperar a que el espíritu sediento de su hijo vuelva y encuentre qué comer y qué beber.

Ese día el dolor de aquélla pérdida se revive, doña Juanita recuerda el accidente con todos los detalles, con toda la agonía que sintió ese día en que perdió a su hijo y aún cinco años después el dolor no se va. La pérdida de un hijo es un dolor terrible, indescriptible, la pérdida de cualquier ser querido deja un vació que jamás se podrá llenar pero se aprende a vivir con eso, se aprende a volver a sonreír sintiendo ese dolor, se aprende a ser feliz sin que esa persona deje de faltar.

Al igual que doña Juanita y su familia, son muchas las familias que se reúnen en el panteón de Cd. Guzmán para hacerles una ofrenda a sus difuntos, cada una de las familias va llegando como en un lento peregrinar y realizan las mismas acciones que doña Juanita ya realizó, como formando parte de un ritual donde cada pieza ya encaja en su lugar. Algunos llegan desde la madrugada y se quedan mucho más tiempo que otros, hacen sus oraciones y piden por el espíritu del fallecido, rogando a Dios su alma se encuentre en un lugar donde pueda descansar de las acciones de los vivos. Aunque las tradiciones van evolucionando aún se conservan los rasgos del pasado, ese culto y veneración a la muerte en el que no existe el miedo al más allá, sino el culto y respeto por lo desconocido.

Entrada la tarde, las últimas personas que se dieron cita en el sagrado lugar de reposo comienzan la retirada, han cumplido con el ritual que año con año los mantiene cerca de los muertos, las velas permanecen prendidas y queda el olor a flores invadiendo el lugar, las personas se retiran pero queda la sensación de que el cementerio no se queda solo, que los espíritus a los que se les ha rendido culto siguen presentes disfrutando de la fiesta que se les ha rendido en su honor.


El próximo año, las personas se volverán a dar cita para cumplir con el ritual que ellos mismos se han impuesto, porque mientras se tenga vida se debe honrar a los muertos, los cuales son parte de nuestra identidad, son parte del pasado de cada una de las personas, que sin miedos hace ofrenda a sus muertos, que no escatima el dinero para brindar un regalo a los que disfrutan de la muerte.

En cada lugar de México está tradición se vive de diferente manera y no podemos comparar la fiesta de muertos de Cd. Guzmán con otras, por ejemplo las que se viven en algunos pueblos michoacanos, como en Pátzcuaro, donde ésta es una tradición verdaderamente arraigada y donde los panteones se convierten en una fiesta multicolor invadidos por flores, olores y formas, acompañadas del mariachi con las canciones preferidas del festejado, las tradiciones guzmanences son totalmente diferentes, son más conservadoras, pero no por ello dejan de ser bellas y llenas de cultura y tradición mexicana. Aunque las tradiciones se han llenado de rasgos extranjeros, la festividad de día de muertos aún sigue conservando esa esencia del pasado, la combinación entre rasgos indígenas y modernos que la ubican como una de las festividades de muertos más vistosa, original, mística e incomparable.